CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

miércoles, 26 de octubre de 2011

Carlos Caranci. BUENOS GENES


Crítica de arte
Buenos genes

Carlo Caranci. Pintura. Bar Santana. Segovia. Hasta el 30 de abril.


Jesús Mazariegos

Es muy vieja la pregunta de si el pintor, el músico, el masajista o el guarnicionero, nace o se hace. Ciertamente nadie nace con algo sabido sino que todo hay que aprenderlo, pero los genes son los genes y, lo mismo que uno hereda del padre la nariz, los andares o las manías, también puede heredar la capacidad para arreglar enchufes, hacer el payaso o pintar. Si a eso le unimos el aprendizaje, los medios y el ambiente favorable, no debe extrañar que a Carlo Caranci Sáez, que estudia Historia del Arte, le dé también por pintar. Es lógico porque su madre, Carmen Sáez, es una gran ilustradora de libros, y su abuelo es nada menos que el gran pintor de la neofiguración española Fernando Sáez.
          No es que el nieto imite al abuelo, lo cual, dadas las circunstancias, no sería mala manera de empezar. No lo imita pero se ve que lo respeta y lo admira, se ve que ha estado en contacto con esos seres cuya materialidad emerge desde el fondo del cuadro, definidos por una acumulación de leves huellas, con esos medio-hombres que no sabemos si producen terror o inspiran compasión, con esas piltrafas humanas en las que siempre se descubre un punto de ternura.
          Algunas figuras de Carlo Caranci están como encajadas en el cuadro, como plegadas en ángulos rectos de modo que semejan un muro cuyos sillares son las diversas partes del cuerpo, pero lo que más llama la atención, en lo que a la herencia se refiere, además de la temática antropomórfica, es esa manera de dibujar con el pincel, a base de pequeñas pinceladas discontinuas, en forma de coma, como la mano del personaje del cuadro de la chimenea.
          Pintura con un aire de madurez prematura que rinde tributo a sus raíces. Tal vez, a partir de aquí, bajo cada músculo, bajo cada axila, bajo cada rizo, se libere la angustia que sus figuras encierran y Carlo irá descubriendo su propio camino. Para ello, medera de pintor no le falta.

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