CRÍTICO DE ARTE JESÚS MAZARIEGOS

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Carlos Matarranz. MEDITERRÁNEO SECRETO

CRÍTICA DE ARTE
Mediterráneo secreto Carlos Matarranz: Pintura. Sala de exposiciones del Teatro Juan Bravo. Segovia. Hasta el 24 de noviembre. JESÚS MAZARIEGOS Carlos Matarranz pensaba en los puntos cardinales y miraba hacia Oriente en busca de la luz. Pensaba en aguas templadas y soles tamizados por la humedad. Soñaba con fondos marinos que guardaban ánforas fenicias habitadas por moluscos indolentes y vigiladas por activas medusas. Un día dejó de soñar y se fue hasta las playas mediterráneas a saturarse de luz, a vestirse de arena y dejarse desnudar por las olas cada vez que su pintura le reclamaba sumergirse en las cuevas submarinas que le revelaban sus secretos. Cuando Carlos toma el camino de los fondos marinos, bajando a la cala solitaria por el conduc-to lateral del tercer lóbulo de su hemisferio cerebral, según se pinta a la derecha, los colores de su paleta se diluyen en agua salada, las algas describen formas de látigo y, en su maraña, quedan peces cautivos que agitan las aguas de su pensamiento. La muestra de Carlos Matarranz en la Sala de Exposiciones del Teatro Juan Bravo, si se la compara con la que vimos en La Casa d el Siglo XV en marzo del 2000, es decir, hace ya dos años y medio, conserva el medio submarino y un oscilar líquido entre la figuración y la abstracción. Pero abundan las novedades. El color dominante ha pasado de la gama de los rojos y los anaranjados a un claro predominio de los azules. La fauna submarina, señoreada antes por las medusas, ha dado paso a una raza de peces convencionales, convertidos en emblema o logotipo. Las múltiples veladuras actuando sobre distintas texturas, sugieren oscuros abismos a los que asomarse con el periscopio de la imaginación. En los fondos, Matarranz coloca signos misteriosos, caracteres rúnicos, petroglifos sumergidos que guardan el secreto de una Atlántida menor. Con frecuencia, la parte inferior del cuadro está ocupada por una banda horizontal de borde irregular, que se distingue del resto en el color y en la textura, funcionando unas veces como ola espumosa, otras como pretil, y siempre como espacio intermedio entre lo real y lo representado. En 'Mono colgado', esta banda inferior, en sus cuidadosa-mente descuidados golpes de espátula, sugiere, a las personas predispuestas y bienintencionadas, la sumaria imagen de un pueblo blanco. Otra novedad palpable es la frecuente presencia de grandes signos con aspecto de caligrafía oriental, ejecutados con una materia espesa y abundante, de modo que sobresalen sensiblemente de la superficie, cosa que, unida a su color fuerte y contrastado, aporta al signo un protagonismo excesivo en perjuicio del fondo que es donde se encuentra el núcleo del cuadro. Otro elemento relativamente novedoso que, cuando deja de ser rectangular, afirma a gritos su carácter extrapictórico, es el metacrilato, recurso lícito y llamativo pero que golpea, rompe y violenta a la pintura mucho más de lo que le aporta. Creo que Carlos Matarranz debería centrarse y profundi-zar en lo que hace bien, que es casi todo, insistir en lo que es pintura y dejarse de adminículos adheridos al cuadro, sean drippings efectistas, sean grandes caligrafías en relieve, sean plásticos recortados que, desde mi subjetivo punto de vista, es como si quitaran al cuadro un poco de dignidad, como si la pintura no se sintiera autosuficiente y buscase apoyos fuera de sí misma. La pintura Carlos Matarranz puede valerse y se vale por sí misma; de modo que, cuantos me-nos efectos especiales, mejor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario